Trigesimo aniversario de la Gesta de Malvinas
Un nuevo aniversario, en este caso en numeros redondos,
parece imponer un mayor enfasis en el recuerdo y el homenaje.
Desde esta modesta trinchera tratamos de extractar vivencias y sentires, para poner en claro quien fue quien en un conflicto que nos marca a fuego como sociedad.
No preguntemos a los VGM que fue lo que paso, sino como se sienten y que necesitan.
No hay duda de que son nuestras y que asi sera con el tiempo, y que si de "determinacion" se trata, la nuestra es las mas fuerte de todas.
Malvinas argentinas.
Iniciamos en estos meses tan epeciales la publicacion de una serie de narraciones que nuestros hermanos veteranos de diferentes grados -y sin distincion de ellos- han efectuado.
Un Douglas A-4C del Escuadron I San Julian parte hacia una mision en el sur (Foto: via Brig. Daniel Paredi)
Historica e inedita foto del Alferez Ricardo Lucero y del Capitan Mariano Velasco, derribados en diferentes ocasiones y pertenecientes a diferentes escuadrones, abordo de un S-61 de la empresa "Helicopteros Marinos", integrante del glorioso "Escuadron Fenix". Foto: via Carlos Miranda/Escuadron Fenix.
EL ESCUADRON I A-4C EN MALVINAS
Por el Brigadier Daniel Paredi.
(N.delR.) Mucho agradecemos al autor de este articulo, Veterano de Guerra de Malvinas y heroe del aire, que haya tenido la deferencia y generosidad de compartir en exclusiva con nuestro blog estas vivencias tan particulares como historicas.
En 1982, pertenecía al Escuadrón I
con aeronaves A-4C Skayhawk, en la IV brigada Aérea de El Plumerillo
Mendoza. En 1978 había finalizado el Curso para Aviadores de Combate
(CB2) y había sido destinado dentro de la misma unidad a ese
escuadrón de caza bombardero el año 1979.
Desde el cuasi conflicto con Chile, la
Fuerza Aérea Argentina había decidido mandar en forma alternada a
los escuadrones aéreos al sur de nuestro país, para que las
tripulaciones se familiarizaran con la zona patagónica.
El día 2 de abril nos sorprendió (I
Escuadrón) en uno de estos relevos, asentados en Rio gallegos.
Al declararse el conflicto el CFATOS
(Comando de la Fuerza Aérea del Teatro de Operaciones Sur), efectuó
una distribución de los escuadrones aéreos y el nuestro fue
reasignado a la Base Aérea de San Julián (unos trescientos
kilómetros al norte de Rio Gallegos), ocupando esta base el día 8
de abril.
El 25 de mayo, fue un día muy
particular, se decía que por ser nuestro día patrio, la Fuerza
Aérea realizaría un ataque con todos sus medios (estas versiones
surgieron de vaya a saber quien….como siempre), e inclusive se
decía que la flota inglesa se estaba preparando para un ataque de
estas características.
Nuestro escuadrón contaba con un
pizarrón con el nombre de las tripulaciones que debían estar
preparadas para una salida de combate, si el CFATOS disponía un
ataque a las islas (esto siempre dependiendo de la información
proveniente de las islas y de las condiciones meteorológicas, que en
esa zona y época del año eran muy cambiantes y adversas para el
vuelo).
La chicharra del teléfono a magneto
sonó a aproximadamente a las diez de la mañana, de manera que la
tripulación que estaba de turno debía prepararse para realizar una
operación en las islas. OBJETIVO: fragatas estacionadas en el
estrecho San Carlos, al oeste de la isla Soledad.
La escuadrilla estaba integrada por: 1°
capitán Jorge Osvaldo García (Guatón), 2° alférez Ricardo (Tom)
Lucero, 3° teniente Daniel Alberto Paredi (Piran) y 4° alférez
Gerardo Isaac (Turca). Lo pongo en este orden, ya que esta formación
es la típica de una escuadrilla de combate. El numero 1 es el jefe
de escuadrilla y el hombre de mas experiencia, el numero 3 es el jefe
de sección y segundo en experiencia, los números 3 y 4, están en
ese orden por la experiencia en vuelo.
La preparación de la navegación fue
realizada en un ambiente de mucha tensión, ya que teníamos
conciencia de que este tipo de misión (ataque a la flota) se tiene
muy pocas probabilidades de supervivencia.
Se realizo la navegación propia hacia
el objetivo asignado, eligiendo el lugar de menor probabilidad de ser
detectado, la coordinación de la frecuencia de radio, punto de
ascenso y de descenso, evitar las zonas de no sobrevuelo (en esos
lugares había defensa propia y todo avión que sobrevolara ese lugar
era derribado) chequeo de armamento (tipo de bomba, espoletas, tiempo
de armado, etc.), forma de ataque y dirección del mismo, el escape
(si había alguna posibilidad) chequeo post salida del lugar de
ataque, la frecuencia de encuentro con el avión reabastecedor.
A nuestro alrededor, otros camaradas
que no estaban designados para la misión o se encontraban de
descanso, nos ayudaban con la navegación y a vestirnos con nuestros
equipos “ANTIEXPOSICION” (este equipo nos permitía sobrevivir
en caso de tener que eyectarnos o caer en esas aguas heladas),
siempre y cuando contáramos con el, ya que en la mayoría de los
casos debíamos compartir el tarje protector y en el caso de que
aquel con el que compartíamos el equipo fuera derribado, no había
otra opción que buscar algún compañero de la misma talla y
compartir equipo.
Recuerdo que durante el traslado hacia
los refugios (donde estaban ocultos los aviones y mecánicos), nadie
hablaba, quizás cada uno de nosotros le estábamos dedicando esos
últimos minutos a nuestros afectos, o haciendo una retrospección de
nuestra corta existencia o tan solo rezando en silencio pidiéndole
a Dios que nos proteja.
Cuando llegamos a los refugios, ese
encanto se rompió, ya que nuestros mecánicos nos estaban esperando
con los aviones listos, de manera de que todo vuelve a cobrar vida
por la vorágine y excitación que se vivía en el lugar.
Allí nuestra atención se centro
solamente en nuestro propio avión. Realizamos la inspección
exterior observando con mucho cuidado las bombas BRP de 250
kilogramos, las expoletas de nariz y el seguro de las mismas.
Atados a nuestro asiento realizamos la
inspección interior y por ultimo el saludo del mecánico jefe con el
deseo de que regresara a salvo y que le devolviera el avión en
condiciones.
Después, cerrar la cabina, que nos
aislaba del mundo exterior y nos dejaba solo con Dios como copiloto.
Ya sobre la cabecera de la pista 25,
los motores rugieron a pleno al soltar los frenos el motor empujo con
su máxima potencia, dejando que este brioso corcel se liberara de
los frenos que lo sujetaban. En ese momento un montón de brazos y
gorras junto a una gran bandera argentina se elevaron al cielo en
señal de despedida de nuestros mecánicos. Cuando solté los frenos
levante mi mano devolviéndole el saludo y con mi deseo de volver a
verlos.
Una vez en el aire, fuimos a reunión,
ascendimos en formación abierta hasta aproximadamente 24000 pies
(mas o menos 8000 metros). (Esta altura se determina por el peso del
avión y la distancia que se va a recorrer).
A una señal del líder efectuamos en
silencio el control de nuestra aeronave. Nuestro tiempo de vuelo
hacia las islas era de aproximadamente 55 minutos, volando a una
velocidad de .8 de mach, la distancia unos 700 kilómetros.
Unos 150 kilómetros aproximadamente
antes de llegar a las islas, el líder realizo la señal de preparar
el panel de armamento e iniciar el descenso, de manera de evitar ser
detectados por el lóbulo de radar de las fragatas enemigas o de
algún “piquete radar” (este ultimo radar se encuentra instalado
sobre los helicópteros que tienen las fragatas y que se adelantan
varios kilómetros para alertar las defensas).
Luego al alcanzar el punto de descenso,
navegamos pegados a las olas por varios minutos, hasta alcanzar el
extremo sur oeste de la isla Soledad. Allí como estaba brifiado
(pactado en la reunión previa al vuelo), colocamos rumbo norte más
precisamente rumbo 015°/020°, realizamos nuestro ultimo control del
avión (combustible, presión de aceite, hidráulicos y finalmente el
armamento: MASTER DE ARMAMENTO CONECTADA, rebatir la cola del
disparador de los cañones de 20 mm, (que se encuentra ubicada sobre
el bastón de mando del avión) y adoptamos ya la formación de
ataque, es decir los cuatro aviones a la misma altura y en una misma
línea (esta formación era nuestra táctica para desconcertar los
radares de defensa de los buques ). Manteníamos silencio de radio,
ya que al no contar con equipos sofisticados, podíamos ser
detectados si realizamos alguna comunicación entre aviones.
Mire el reloj táctico de mi avión,
eran aproximadamente las 12:25 horas de ese domingo 25 de mayo y nos
seguíamos aproximando al estrecho de San Carlos.
Al saltar literalmente la ultima
elevación, nos encontramos con un escenario fantasmagórico, más
de 12 buques varados en el estrecho, recostados sobre ambas márgenes
del mismo y otros en el medio del mismo.
Esta primera impresión me conmovió y
me paralizo.
A medida que me acercaba a la fragata
que tenia directamente a mi frente, comenzó a disparar para
defenderse. La munición trazante, fue lo que me hizo volver a la
realidad y salir de mi éxtasis inicial, e inmediatamente apreté el
disparador de mis cañones de 20 mm como auto defensa. A medida que
me aproximaba a la fragata que había elegido, busque la altura y
coloque el “PIPER” de la mira en su figura y cuando este estuvo
entre la línea de flotación y el puente de mando, lance mis bombas,
salte sobre la fragata y comencé a realizar maniobras de escape para
luego ocultarme detrás de las elevaciones del lado norte del
estrecho.
Todo ello debió haber sucedido en
menos de un minuto, pero par un tripulante, pareciera que
transcurrieran horas, ya que son muchas las vivencias que uno percibe
solo en la cabina.
Una vez que salimos del estrecho,
rompimos el silencio de radio. El líder llamo a los miembros de la
escuadrilla. Allí nos percatamos de que el numeral 2 (Tom Lucero),
no había salido del ataque.
Colocamos rumbo este hacia Puerto
Argentino, en ese momento el líder me llama y me comunica: “Cucu
tengo problemas de hidráulico de control, ahora se me prendió la
otra luz de hidráulico” y no hubo mas comunicación con el.
Solo quedábamos el numeral 4 y Yo.
Ahora yo era el líder de una mínima
porción de la escuadrilla. Cambiamos de rumbo hacia el sur sin
llegar a Puerto Argentino y una vez que estábamos próximos al sur
de la isla colocamos rumbo oeste hacia el continente. Volamos a ras
del suelo hasta que habíamos dejado la isla Gran Malvinas unas
cuantas millas atrás. En esos momentos realizamos un nuevo chequeo
e iniciamos nuestro ascenso hasta el nivel de vuelo previsto
comenzando a buscar el avión reabastecedor en el cielo infinito.
Realizamos la recarga de combustible en vuelo y una vez desprendido
del C-130 Hércules, pusimos rumbo a San Julián. Esos 30 minutos de
vuelo me permitió recién comenzar a pensar en los otros dos
camaradas.
La vista del continente y de la pista
07/25 me volvió el alma al cuerpo, luego de una misión que hasta
ese momento se había llevado a dos camaradas y amigos.
El aterrizaje fue normal y al arribar
al refugio los mecánicos se amucharon alrededor del avión para
recibirme y preguntar por los otros dos pilotos.
Como era normal nos llevaron frente al
personal de inteligencia en forma individual, para hacer el
cuestionario de rutina.
Luego de varios
días nos llego la noticia de que Tom Lucero había sido derribado y
rescatado por los ingleses.
Sobre el capitán García, no volvimos
a tener noticias hasta mucho tiempo después de finalizada la guerra.
Durante el año 2004, cumpliendo
funciones como agregado aeronáutico en Londres, pude contactarme y
verme personalmente con el medico Rick Joly, quien atendió a Lucero
luego de su eyección.
La misión del 25 de mayo fue una de
las tantas que realizo ese día la Fuerza Aérea Argentina, en
defensa de nuestra soberanía y en apoyo a nuestros camaradas que se
veían permanentemente acosados por el bombardeo británico.
Impresionante y Funhdamental , esto es historia y mas que mis respetos por los únicos proceres y heroes de nuetro pais.
ResponderEliminargracias y Viva La Patria !!!!